“Ahora el retoque será más quirúrgico e incluye hacer de
Perú un equipo estéticamente superior, realmente competitivo siempre"
La renovación de Gareca despeja en el plano deportivo la
densa humareda que rodea a la federación por temas extradeportivos. La
permanencia del técnico es definitivamente una gran noticia, era la mejor
opción para sostener el proyecto futbolístico que debe seguir cosechando frutos
camino a Qatar 2022.
Habiendo establecido ese primer puente para seguir
construyendo parte de la vía hacia la reconstrucción de nuestro fútbol, el
consenso del que disfruta el argentino le dará la posibilidad de dirigir su
segundo mandato sin presiones desmesuradas y con la certeza nuestra de que la
selección sigue en buenas manos.
Encapsulado en esa burbuja mágica creada por su propio
trabajo –se entiende que la FPF debe haberle asegurado la autonomía deportiva
al área correspondiente, como lo había sido durante todo el proceso anterior,
sin intromisiones–, Gareca tendrá retos distintos a los de su primera etapa.
Tras el milagroso proceso eliminatorio y la aceptable participación
mundialista, el ‘Tigre’ deberá repotenciar a un equipo que tiene una base
sólida. Ya no tendrá que empezar de cero, armar un once de la nada, tampoco
moldear una identidad de juego ni mucho menos insertar el chip ganador en los
jugadores.
Ahora el retoque será más quirúrgico e incluye hacer de Perú un
equipo estéticamente superior, realmente competitivo siempre, capaz de pelear
el próximo boleto a la Copa del Mundo y también ser protagonista en serio en la
Copa América de Brasil 2019.
Para lograrlo requiere sobre todo de agudizar su buen ojo
para encontrar el recambio necesario en algunos puestos. Una de las lecciones
que nos dejó Rusia fue que un solo patrón de juego –más allá de la variante
Farfán o Guerrero en ataque, o la de Yotún u ‘Oreja’ Flores en primera línea de
volantes– no es suficiente, se necesitan más argumentos tácticos que solo los
pueden ofrecer los propios jugadores con sus distintas características.
Ahí
quizá le faltó tiempo a Gareca, además de malas decisiones de algunos
futbolistas y también de impertinentes lesiones. Por ello se llegó al Mundial
con lo justo.
El recambio incluye sin duda la obligación de encontrar
reemplazos para Paolo (34 años) y Jefferson (33), los dos últimos referentes de
la selección, los que le aportaban jerarquía al equipo. Ambos ya bordean la
jubilación en la Blanquirroja, como en su momento el propio Gareca lo advirtió
en Lobatón y Pizarro, por citar a otros veteranos que debían ganarse en el día
a día su convocatoria.
No resultará nada extraño que luego de la Copa América
empiecen a perder protagonismo considerando que a Qatar 2022 difícilmente
lleguen. Ello preocupa porque detrás de estas dos figuras no asoman grandes
opciones, por ahora. Caso distinto es el de Rodríguez, quien tiene
reemplazantes como Santamaría, Araujo y Abram que ya demostraron que pueden
suplirlo.
Continuar con el proceso de madurez de la base de la
selección, la otra parte de su trabajo, no parece ser un problema. En el ojo
del ‘Tigre’ seguimos confiando. Él se ganó ese derecho.