Así como
llama al perdón, la Iglesia Católica hace un llamado a construir paz, con perdón, reconciliación y solidaridad, Perdón para encontrar la paz, en este Viernes Santo.
Aquí la interpretación de las últimas siete
frases que Jesús pronunció durante su crucifixión, antes de morir, y que se
conocen como el sermón de las Siete Palabras.
1. 'Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen’:
“La primera palabra
que Jesús nos ofrece es el perdón. Dios padre nos ha reconciliado con Cristo y
nos ha perdonado. Este perdón es un acto unilateral y gratuito, que hace
palpable para nosotros una esperanza. invitación que nos convoca para buscar la reconciliación también con
las personas que nos rodean, especialmente con la familia.
Perdonar es abrir un lugar a
aquel que nos ha hecho daño, con la conciencia de que cuando perdonamos
liberamos el corazón.
Perdonar no es minimizar el mal que se ha hecho, pero
detiene la rueda de la violencia. Perdonar no es olvidar, es mirar con nuevos
ojos que permitan superar la ira y el resentimiento para reconstruir los lazos
de la comunión y devolverle al corazón la vida que ha perdido.
El perdón de
Cristo nos impulsa a arriesgarnos en la construcción de una paz que será
compleja y a largo plazo, porque el perdón debe nacer de las víctimas y del
compromiso para recuperar su dignidad, reconocer sus sufrimientos y reparar los
daños ocasionados”.
2. ‘Hoy estarás conmigo en el paraíso’:
“En los momentos de oscuridad, de confusión y de prueba
estamos tentados a pensar que Dios nos ha abandonado, que ya no se acuerda de
nosotros.
Sin embargo, es precisamente en ese momento cuando Él sale como
garante y, estando incluso crucificado en medio de los dos malhechores, ofrece
lo mejor que tiene: su salvación.
Él descubre que Jesús lo mira con ojos
compasivos, con ojos que descubren lo bueno que hay en él, que es un malhechor.
El malhechor arrepentido nos permite leer su experiencia de salvación, en
primer lugar, desde la solidaridad, que desnuda el corazón de las personas.
Nuestra sociedad necesita aprender de la solidaridad y Cristo nos invita a descubrir
lo bueno que hay en los demás.
La solidaridad nos engendra para la paz,
principalmente porque nos saca de nuestro estado de confort, de la infame
tendencia a considerarnos el centro del mundo, y nos lleva a sentir compasión
por los que sufren.
3. ‘Mujer, he ahí a tu hij.’:
“María representa a la Iglesia, ella
siguió con fidelidad el plan de Dios. Está capacitada para recibir como regalo
una humanidad nueva. Debemos tener en cuenta que el camino de la humanidad
siempre será conflictivo y dramático.
Tantas guerras amenazan el destino del
hombre, tantas máscaras tiene el mal apara confundirlo, que resistir para ser
testigo del bien, de la verdad y la justicia se convierte en una tarea difícil,
más si decidimos hacer nuestra vida sin Dios. Junto a María al pie de la cruz,
descubrimos cuánto nos quiere Dios, y ese amor nos impulsa a revisar con
lealtad los criterios que inspiran nuestras relaciones.
En la familia nos
cuesta reconocer los dificultades de las personas que tenemos tan cerca. Con
nuestras amistades no comunicamos valores auténticamente cristianos, porque eso
nos compromete ante los demás.
En el trabajo solemos apostarle a la ley del
menor esfuerzo, la cual degenera en escapar de la misión de aportar a la
construcción del bien común. Frente a tantos problemas del país, cerramos los ojos, somos indiferentes porque pensamos que no
nos compete”.
4. ‘Dios mío, ¿por qué me has abandonado?’:
“El grito desesperado de Jesús en la cruz permite entender que
el Padre en realidad no ha abandonado al Hijo.
Más bien, que el Hijo vive el
abandono como una de las formas de dolor que experimenta el hombre. Jesús, que
grita el abandono al Padre, permite a cada persona que sufre por la violencia,
la injusticia, la soledad, el desprecio o la exclusión unirse a esa misma voz.
Detrás de ese grito de dolor se esconde también una profunda esperanza. Cristo
nos invita a deponer las venganzas y nos anima a apaciguar las discordias con
el diálogo y a superar las enemistades con el perdón.
Hoy corremos el riesgo de
perder la esperanza ante los desafíos de los diversos conflictos que se han
desatado en la sociedad. Pero la paz nace del amor de Dios por nosotros.
La
esperanza nos dice que todo trabajo que hagamos para defender la justicia,
impulsar la fraternidad, generar solidaridad, promover el diálogo y el camino
del entendimiento no será en vano, no nos
dejemos robar la esperanza”.
5. ‘Tengo sed’:
“Su grito es un reclamo a cada uno
de nosotros, en el que nos pide un cambio de rumbo Jesús nos pide una
renovación de nuestras prácticas sociales, de nuestros valores, una ruptura de
la superficialidad, de la cultura de lo desechable y la indiferencia, para asumir caminos nuevos que fortalezcan la
convivencia pacífica, la práctica de la justicia y la realización de la paz.
Dios piensa en cada uno
de nosotros, nos quiere mucho, sueña con la alegría que gozará con nosotros’.
El Señor quiere cambiarnos. Jesús ama profundamente a cada persona. De ahí
brotan el respeto, el aprecio, el amor por el otro.
La certeza más grande que
hay en el mundo es que Dios ama a cada uno y a todos con la misma intensidad.
Si cada uno nos dejamos reconciliar por el amor de Dios, seremos artesanos
sencillos, pero eficaces, de paz y reconciliación ”.
6.
‘Todo está consumado’:
“Muriendo, Jesús proclama que solo Dios es
Dios y que su entrega en la cruz salva al mundo. Todo está cumplido porque su
Evangelio es el tesoro más grande entregado al mundo. ‘Todo está cumplido’ es
una invitación apremiante, de la que niños, jóvenes, adultos y ancianos no
podemos sentirnos excluidos.
Por lo tanto, surge la misión de comunicar a
Cristo, es decir, permitir que a través de nuestra vida circule el amor que el
Señor vino a sembrar en el mundo.
‘Todo está cumplido’ es una voz de ánimo para
trabajar en la reconciliación de las familias, en los escenarios laborales,
educativos, deportivos, comerciales, culturales, sociales y religiosos, porque
la cruz de Cristo es capaz de cargar con todo el drama, el dolor y el pecado de
nuestra nación.
La cruz de Jesús nos asegura que ni la muerte ni la guerra, por
más dramáticas que sean, quedarán excluidas de la fuerza transformadora del
amor de Dios”.
7. ‘Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu’:
“Jesús, que se entregó en
manos de los hombres, ahora entrega su espíritu en las manos del Padre. La
muerte no puede jamás ser considerada el fin de la vida. La muerte es la puerta
de entrada a nuestro nacimiento definitivo en Dios.
Los momentos de dolor que
experimentamos, representados en la injusticia, el odio, la traición, la
mentira, la infidelidad o la violencia, pueden ser considerados formas de
muerte.
Ellos se dan cuando el corazón se pervierte y se presta para desconocer
el derecho de los otros. Cuando el corazón se cierra y se vuelve indiferente
ante quienes nos rodean.
El verdadero Viernes Santo de nuestras vidas no se da
cuando nos olvidamos de Dios y queremos armar nuestros proyectos sin él.
De
esta manera emergen la soberbia, el egoísmo, el orgullo, la violencia, la
injusticia, la corrupción, la deshumanización.
Esta palabra nos compromete a
ser orantes, pues cada uno vive como ora y ora como vive. Son muchos los que
viven críticas situaciones humanitarias. No podemos ser ajenos a sus gritos
para hacer presente la cercanía de Dios.
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