“Las piedras, postergaciones y reclamos previos quedaron
olvidados por un partido que ya está en la historia. En verdad, los dos choques
fueron memorables y modélicos”
Emotiva, intensa, dramática, espectacular, inolvidable final
de Libertadores que genera el vilipendiado pero siempre maravilloso fútbol
argentino, en el que la pasión a menudo desborda los cauces y la adrenalina
suele tapar al juego, pero que está permanentemente vivo y es una caja de
resonancia sin par.
Lo de la “Final del Mundo” era un exagerado eslogan
promocional, muy criticado, pero terminó siendo bastante aproximado a lo visto
por la tensión y la entrega notable de todos los jugadores, que lucharon con
pasión, con el alma, conscientes de todo lo que representaban.
Por el
angustioso alargue, por Boca diezmado, con nueve, y jugándose la carta postrera
del empate con su arquero en el área contraria… Carta que casi se le da cuando
el palo le negó el gol a Jara en el minuto 120… Por algunas actuaciones
individuales descomunales, conmovedoras como la del uruguayo Nahitán Nández…
Por los cuatro goles, que fueron de altísima factura los tres primeros y no
apto para cardíacos el último.
Porque el imán que significan Boca y River
lograron un marco multitudinario a 10.000 kilómetros de Buenos Aires… Porque la
promesa de superclásico atrajo a decenas de personajes del fútbol internacional
al estadio del Real Madrid y porque los 350 millones televidentes que lo
siguieron en el mundo no quedaron defraudados sino agradecidos, admirados.
Los protagonistas dejaron la sangre en el
césped, pero actuaron con respeto y limpieza. Hubo fútbol puro, con las
extremas precauciones que implica un duelo de tal magnitud, en el que se
apuesta tanto, pero cuando calentaron motores se jugó a ganador.
River y Boca enaltecieron al fútbol sudamericano en el
campo. Ofrecieron al gran público internacional la vibración y el carácter que
puede alcanzar el juego en nuestro continente.
Y así como se les fustigó en las
últimas semanas, cabe ahora agradecerles. “Una jornada inolvidable, tanto para
los que vinieron de lejos como para los que nos encontramos este regalo caído
del cielo en el jardín de nuestra casa”, escribió en su editorial Alfredo
Relaño, director del diario As.
“Las emociones encendidas desde muchas horas
antes de empezar el partido, un encuentro vivido con una pasión casi
desconocida en el fútbol europeo, pero que sirvió para darle la vuelta a las
lamentables imágenes que recorrieron el mundo y que llevaron la Libertadores a
decidirse en el Bernabéu.
Ni un solo incidente, deportividad y sobre todo
fútbol. Esto es lo que se merecían dos camisetas históricas y una afición, como
la argentina, que sabe, que entiende este deporte como pocas”, señaló Mario Gómez
Estrela en Marca.
Ese es el sentir general de los europeos, cautivados por
este pasional superclásico jugado increíblemente en España. Seguimos lamentando
que nos arrancaran la final de la Argentina, pero debemos convenir que la Copa
tuvo una exposición universal como nunca en 59 ediciones. Miremos el lado
bueno.
El partido interminable duró 130 minutos con los añadidos,
pero por fin acabó. En un contexto extraño por el marco madrileño del Santiago
Bernabéu, pero igual multitudinario como corresponde a estos gigantes, River
logró su cuarta corona de América.
Es campeón porque tiene más juego que Boca,
más inteligencia para afrontar estos partidos, más fibra, mejores jugadores y
un técnico que desnivela a su colega. En suma, porque es mejor equipo que Boca,
un plantel lleno de nombres importantes que no alcanza a redondear una
actuación armónica, convincente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario