Los Juegos Deportivos de la Juventud Trasandina (Judejut)
viven una crisis que amenaza sus cimientos. Anecdóticamente es provocada por la
ciudad donde registró en 1997 su acta de nacimiento: Arequipa.
El futuro del Judejut está en juego y, al menos en Perú,
esta situación se pasa por agua tibia. En Argentina, Chile y Bolivia está
penosa coyuntura se vive de manera diferente, mientras que los peruanos que
tienen en Arequipa a su estandarte, prefieren el silencio obligado por el
centralismo.
Esta es la tercera vez en la historia de estos juegos que se
suspenden, pero es la primera por un motivo que promovió su creación: terminar
con el centralismo. Si en el 2009 fue el Dengue el que impidió su realización
en Bolivia y en el 2015 el reclamo de Argentina para que se respete el Acta de
Arica (disminución del número deportistas), en este 2019 es Perú el que ha
decidido cancelarlos por falta de dinero con la excusa de un recorte
presupuestal provocado por la priorización de los Juegos Panamericanos Lima
2019.
Para entender bien este movimiento trasandino debemos
remontarnos hasta 1991, cuando al profesor chileno de educación física Luis
Gallardo se le ocurrió la idea de organizar un torneo internacional que permita
la competencia de deportistas de provincias que muchas veces son discriminados
por el centralismo.
Esa iniciativa tardó en madurar. Fue recién el 22 de agosto
de 1997 (dos meses antes de la realización de los XIII Juegos Bolivarianos
Arequipa 1997) que se firma en Acta de Arequipa dando por sentada el nacimiento
de una organización que tuvo siempre objetivos grandes como ser el primer
eslabón del circuito olímpico o convertirse en un torneo de índole oficial en
cada país.
La primera edición se disputó en Chile 1998. A partir de ahí
Arequipa fue prácticamente dueño del Judejut. De sus 19 ediciones, los
mistianos ganaron 17 y Salta (Argentina) 2.
Deportivamente se experimentó una evolución de acuerdo a la
realidad de cada uno de los participantes, pero organizativamente todo ha
caminado de forma desigual. El que más avanzó es Chile que logró que su
Ministerio del Deporte, antes Chile Deportes, respete un presupuesto anual y
sea canlendarizado por sus federaciones deportivas.
A ese paso no avanzó ni Perú, ni Bolivia, ni Argentina, que
siguieron siendo sometidos por el capricho del centralismo que poco le interesa
dar la posibilidad de que deportistas del interior representen al país. Ello
sumado a la tibiez y a ese espíritu sumiso de las dirigencias locales,
especialmente en el caso peruano que desde el 2016 permitió que Lima se
entrometa y tome todas las decisiones organizativas de la participación
nacional.
Todo ello ha llevado a un desfase en su desarrollo y pone en
riesgo su futuro.
Mientras que en Chile organizarán del 4 al 9 de mayo unos
juegos internos con las regiones que participaban en los Trasandinos (Arica
Parinacota, Antofagasta, Tarapacá, Coquimbo y Atacama) en Perú no habrá nada.
Argentina, que se ausentó como país desde la edición 2016
luego de suspender la del 2015, ha demostrado su interés de volver a la
competencia para no dejar morir este movimiento deportivo descentralista.
Bolivia está a la espera de lo que decidan los demás países,
pero es sabido que con el impulso decidido que le ha dado su gobierno al
deporte no tendrá problemas en participar.
El problema es Perú. La única comunicación que ha salido de
Arequipa es que los Juegos, que se comprometió a organizar pese a que tenía la
negativa del IPD Nacional, se cancelaron.
Chile, Argentina y Bolivia esperan que Perú llame a un
cónclave trasandino, posiblemente en agosto, para tocar la problemática que se
vive y dar ideas de solución para reactivar la organización en el 2020.
Pero la posición mapocha va más allá. El futuro trasandino
de Chile no está supeditado a los otros países. Está decidido a seguir con su
organización así sea en solitario, aunque la idea es hacerlo con Argentina,
pero no sólo en la zona norte, sino también en otras regiones del país.
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