Paolo Fuentes, se retira del campo. Su rostro denota, enojo,
molestia, frustración e impotencia. Su caminar refleja decepción y tristeza. La
derrota ante la Vallejo, volvió a golpear fuerte en los rojinegros. Y por si
fuera poco, un hincha, se aprovecha de él y le empieza a decir de todo, pero de
todo.
Claro, el hincha todo brabucón y respaldado por unos amigos más, se
siente con todo el derecho de hacerlo. La mala actuación de Paolo y la derrota
del dominó parece ser motivo suficiente para que el hincha empiece a descargar
su "furia" con el futbolista.
Total, está en el estadio y se lo
merecen, dicen algunos. En el estadio se permite eso, es normal, qué se puede
hacer, dicen otros. El futbolista tiene que aguantar nomás, sentencian otros.
Pero, ay si el futbolista (Paolo) reacciona o responde. Peor, sería más
criticado aún. Pues así estamos. Así es el fútbol peruano. El estadio aguanta
todo y el futbolista tiene que hacerlo igual, dicen.
Este problema no es sólo en el fútbol profesional, sino
también en la Copa Perú y hasta en el fútbol de menores.
Pero no solo son reproches por la mala actuación o por el
mal resultado. La grada escupe también el racismo. Y ningún dirigente o
autoridad es capaz de callarlos o al menos intentarlo.
¿Es posible desterrar los insultos en el estadio?
Bastante difícil. Pues Perú, es un pais maleducado,
intolerante, revanchista e ingrato, como el que se vive día a día en el fútbol
peruano.
Ante los insultos e improperios que recibía, Paolo, estuvo a
punto de reaccionar, de responder. Felizmente el jefe de prensa del dominó, lo
impidió y le da unas cuantas palmadas como señal de solidaridad y de
entendimiento ante el momento que pasaba el futbolista. Vaya a saber uno, qué
pasaba por la mente del jugador.
Paolo Fuentes y todos los futbolistas, deben ser conscientes
de la responsabilidad que tienen y han de controlarse, de no generar más
tensión, dicen muchos. Pero no es fácil, nada fácil. Hay que ponerse en los
zapatos de los demás. Y no hay que olvidarnos que el futbolista es también un
ser humano.
Lejos de terminar con la violencia, esta se está repuntando
y peor aún, se está haciendo costumbre y ya lo vemos como algo normal y hasta
necesario.
¿Hay que castigar a los desalmados? Claro que si. Pero esa
no es la uníca ni la mejor solución.
Si la gente no sale educada de su casa, no tiene claro lo
que es el respeto a los demás, imponer castigos o multas no será la solución.
Siempre habrá alguien que esquive las normas.
Es mejor educar que sancionar. Hay que aprender a canalizar
la frustración, resolver los conflictos y respetar las normas.
Los futbolistas no son robots, y hay que entender que cuando
están con las pulsaciones a mil, es comprensible que sientan el impulso de
responder. Al fin y al cabo no olvidemos que esos futbolistas, son seres
humanos y por lo tanto merecen respeto. Solo eso.
TEXTO:JUAN PABLO OLIVARES.
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