lunes, 10 de diciembre de 2018

“River Gana El Partido De Su Vida y España Aplaude De Pie”

Fuente: El Comercio Deporte Total:


“Las piedras, postergaciones y reclamos previos quedaron olvidados por un partido que ya está en la historia. En verdad, los dos choques fueron memorables y modélicos” 

Emotiva, intensa, dramática, espectacular, inolvidable final de Libertadores que genera el vilipendiado pero siempre maravilloso fútbol argentino, en el que la pasión a menudo desborda los cauces y la adrenalina suele tapar al juego, pero que está permanentemente vivo y es una caja de resonancia sin par. 

Lo de la “Final del Mundo” era un exagerado eslogan promocional, muy criticado, pero terminó siendo bastante aproximado a lo visto por la tensión y la entrega notable de todos los jugadores, que lucharon con pasión, con el alma, conscientes de todo lo que representaban. 

Por el angustioso alargue, por Boca diezmado, con nueve, y jugándose la carta postrera del empate con su arquero en el área contraria… Carta que casi se le da cuando el palo le negó el gol a Jara en el minuto 120… Por algunas actuaciones individuales descomunales, conmovedoras como la del uruguayo Nahitán Nández… Por los cuatro goles, que fueron de altísima factura los tres primeros y no apto para cardíacos el último. 

Porque el imán que significan Boca y River lograron un marco multitudinario a 10.000 kilómetros de Buenos Aires… Porque la promesa de superclásico atrajo a decenas de personajes del fútbol internacional al estadio del Real Madrid y porque los 350 millones televidentes que lo siguieron en el mundo no quedaron defraudados sino agradecidos, admirados.

Los protagonistas dejaron la sangre en el césped, pero actuaron con respeto y limpieza. Hubo fútbol puro, con las extremas precauciones que implica un duelo de tal magnitud, en el que se apuesta tanto, pero cuando calentaron motores se jugó a ganador.

River y Boca enaltecieron al fútbol sudamericano en el campo. Ofrecieron al gran público internacional la vibración y el carácter que puede alcanzar el juego en nuestro continente. 

Y así como se les fustigó en las últimas semanas, cabe ahora agradecerles. “Una jornada inolvidable, tanto para los que vinieron de lejos como para los que nos encontramos este regalo caído del cielo en el jardín de nuestra casa”, escribió en su editorial Alfredo Relaño, director del diario As. 

“Las emociones encendidas desde muchas horas antes de empezar el partido, un encuentro vivido con una pasión casi desconocida en el fútbol europeo, pero que sirvió para darle la vuelta a las lamentables imágenes que recorrieron el mundo y que llevaron la Libertadores a decidirse en el Bernabéu. 

Ni un solo incidente, deportividad y sobre todo fútbol. Esto es lo que se merecían dos camisetas históricas y una afición, como la argentina, que sabe, que entiende este deporte como pocas”, señaló Mario Gómez Estrela en Marca.

Ese es el sentir general de los europeos, cautivados por este pasional superclásico jugado increíblemente en España. Seguimos lamentando que nos arrancaran la final de la Argentina, pero debemos convenir que la Copa tuvo una exposición universal como nunca en 59 ediciones. Miremos el lado bueno.

El partido interminable duró 130 minutos con los añadidos, pero por fin acabó. En un contexto extraño por el marco madrileño del Santiago Bernabéu, pero igual multitudinario como corresponde a estos gigantes, River logró su cuarta corona de América. 

Es campeón porque tiene más juego que Boca, más inteligencia para afrontar estos partidos, más fibra, mejores jugadores y un técnico que desnivela a su colega. En suma, porque es mejor equipo que Boca, un plantel lleno de nombres importantes que no alcanza a redondear una actuación armónica, convincente.

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